Gritarle al mundo lo que siento.
Cada vez que estoy hablando con él, oigo mi corazón palpitar tan fuertemente que creo que se me sale por la boca, cada vez que me dice una palabra cariñosa se me encoge el corazón y se me estremecen las tripas, siento como si cientos de mariposas volaran en mi estómago. Cada palabra, tan insignificante para cualquiera y tan llena de sentimiento para mí, porque que me diga cariño me encanta, cuando me dice guapa me emociona, pero cuando me dice que me quiere me mata. Cada vez que estoy sin él siento como un vacío en mi pecho, como si algo me faltase, como si estuviese hueca y sin alma, como si él fuera la esencia de ella, la pieza esencial para que funcione mi cuerpo y se dibuje una sonrisa en mi cara. Nunca he sentido lo que siento cuando hablo con él, porque sé que estamos destinados a estar juntos, y que nada por muy fuerte que sea nos separará nunca, puesto que hemos nacido para estar juntos y hemos de morir juntos. Por mí pasaría el resto de mi vida con él, abrazada junto a él, contando las estrellas cada noche, riéndome a carcajadas de cualquier cosa, soñando despierta que nunca se irá de mi lado, sabiendo que si se va, volverá. Besándole todos los días, desde el beso más dulce hasta el beso más apasionado, amándole cada día más, gritándole al mundo que le quiero, salir a la calle a hacer el tonto y repetirle una y otra vez que siempre estaré a su lado, en una inagotable fuente de amor. Y que tengamos esos piques de pareja que tienen todos, y que las reconciliaciones a medida que pase el tiempo cada vez sean más bonitas e inagotables, porque lo mejor de una pelea son las reconciliaciones, ¿no? Dicen que los adolescentes no tenemos nada claro en la vida, y no sé si lo demás lo tengo claro, solo sé que te quiero, y que quiero pasar mi vida contigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario