Descripción

Este es un blog de sentimientos, reflexiones, amor y de vidas pasadas sobre todo, ya que todo lo que escribimos en un momento determinado, se volverá pasado al fin y al cabo. Lo que las musas me susurran con su voz.

domingo, 15 de agosto de 2021

FILOFOBIA

 FILOFOBIA





Buenas noches queridos bloggeros y twitteros. Hoy os voy a hablar sobre la filofobia, conocida por el miedo al amor. Espero que tengáis la mente abierta para poder reflexionar sobre este tema, ahondar en vuestras inseguridades y miedos y verlo con otra perspectiva. Que lo disfrutéis.

¿Qué es la "filofobia"? Te estarás preguntando. En resumidas cuentas, es el miedo al amor. Una cosa que abunda mucho en este siglo "Millenial". He hablado cientos de veces sobre el compromiso amoroso, sobre etiquetas, sobre relaciones de pareja y demás conceptos relacionados. Cosa que he acabado contrastando con todo lo contrario. Es decir, la ausencia de etiquetas o la presencia de ellas para aclarar algo que dice así como: "No te enamores de mí, que yo ahora no me puedo permitir enamorarme". "No te enamores de mí, que yo no me puedo permitir sufrir por nadie". "No te enamores de mí, que yo no quiero verte llorar". "No te enamores de mí, que esto es sólo sexo.

Desafortunadamente, encuentro tres personas (por decir un número escaso) con ganas de enamorarse. Y el resto de lo que es la población en sí,  busca justamente lo contrario. Aunque digan que de valientes está lleno el cementerio, considero que es muy importante enfrentarse a los miedos que tiene cada uno. Porque si se sigue postergando ese enfrentamiento, al final los miedos van a acabar alimentándose de nosotros. Si cada vez que intuimos que vamos a sufrir, o vamos a salir mal parados en una situación determinada, huimos, ya no queda nada que merezca la pena vivenciar, nada más que vivir. Porque lo cierto es que hemos venido aquí para hablar de cosas inevitables.

¿Qué es "inevitable"? Te estarás preguntando. Inevitable se considera algo que no puede ser evitado, como la propia palabra indica. En este caso, voy a hablar de dos cosas inevitables en esta vida: el sufrimiento y el amor.

Mucha gente se escuda detrás del sexo o de las relaciones esporádicas, para no pagar impuestos. Creen que si utilizan las etiquetas apropiadas van a poder escapar del amor. Y espero no sonar machista, pero este tipo de casos se da más en hombres. Ellos creen que el sexo es la comida con la que creen que sobrevivirán en el desierto de la vida. Pero la comida entendida como algo a medio gas, la comida entendida como el sexo. Cuando el amor es el agua, aunque aún no se han dado cuenta. Creen que pensar en frío, o en este caso en caliente, les da para llenar la mitad del depósito, que en este caso es lo único que les interesa y lo único con lo que creen que podrán sobrevivir. Esta e su forma enfermiza de relacionarse con el amor. Su forma de satisfacer sus necesidades. Su forma de "conectar" con quién les resulta apetecible.

En la mayoría de los casos, la gente que tiene este tipo de relaciones, las tiene como consecuencia del sufrimiento, del desamor, de la decepción, de la deslealtad, de la infidelidad. Pero lo que tienen es relaciones sexuales con desconocidos de los que creen que jamás se enamorarán. Quizá elegidos a conciencia con este fin, de manera que se alejan de las personas que les puedan interesar de una manera trascendental o casi amorosa. Pero en lo que no han caído todavía es en que el amor es inevitable. Quizá se pueda eludir o esquivar la flecha de Cupido por un tiempo, pero al final te alcanzará. No creas que has dado con la fórmula exacta para que esto no te suceda a ti. Porque no hay ningún truco que funcione para ello. Quizá que no te haya tocado todavía coincida con el hecho de que todavía no te ha llegado el momento de enamorarte.

Que la lección a aprender no es no enamorarte más. Que se trata de aprender otro tipo de lección mucho más concreta acorde con lo que has vivido tú de forma particular. Que se trata de ver el amor desde una perspectiva optimista. Que la solución no es extirpar el órgano entero infectado para poder seguir viviendo, porque así no se puede vivir. Que los errores que cometiste, cometes, y cometerás serán para aprender sobre tu caso particular. Que servirán para descartar, para estrechar el círculo, para saber lo que quieres en una relación. Y es más, cuantos más noes saques de la chistera, menos te quedará para alcanzar el sí definitivo. Es decir, que cuantas más personas descartes como posibles parejas, más cerca estarás de tu persona ideal. Esto no lo digo yo, es probabilidad pura y dura.

¿Cuál es el miedo entonces? Te estarás preguntando. lo que viene después del amor: el desamor, la decepción, el sufrimiento. Hablando de sufrimiento, otra cosa inevitable. El problema es que si ya de antemano piensas que vas a sufrir, sin siquiera haberle dado la oportunidad de respirar a la relación, está claro que vas a sufrir. Porque con esto lo que haces es propiciar una caída estrepitosa. Y te voy a poner un ejemplo de los Simpsons: ¿Recuerdas cuando Todd Flanders está escalando un rocódromo y su padre no hace más que decirle que se va a caer? ¿Recuerdas lo que pasó después? Exacto, que se cayó. ¿Por qué? Te preguntarás. Porque la predisposición negativa casi que evoca resultados negativos, los atrae. Es como la ley de atracción, a nosotros casi que nos llega lo que proyectamos. No se puede ir por la vida pensando en cortar una relación para no sufrir. Porque si se tiene que sufrir, se sufrirá igual aunque no por la misma persona y no por lo mismo. Porque el amor no se puede extirpar, como te decía antes, es inevitable. Cuando ya estás enamorado, cortes o no la relación, seguirás estándolo. Algunas veces hay que apostar por lo que creemos que merece la pena, aún con la posibilidad de que podamos sufrir por ello. Sobre todo si la recompensa que hay detrás de tanto esfuerzo, paciencia y dedicación es el amor. Que es algo maravilloso.

Es decir, el hecho de poner distancia entre tú y otra persona para que no te hagan daño, no te va a servir de nada. Porque por haber esquivado el hoyo de la acera nueve veces, no quiere decir que a la décima no te vayas a caer. Esto es como tener un accidente de coche y no volver a subir a un coche nunca más porque exista la posibilidad de tener un accidente. Cosa que es bastante improbable. Lo que quiero decir es que no por esquivar el amor quiere decir que no vayas a caer en él. Eso no quita para que un día estés haciéndolo con alguien y mañana estés completamente enamorado de esa persona pese a todas las barreras que hayas interpuesto entre tú y la otra persona. Esas barreras no te garantizan que alguien no vaya a penetrar en tu castillo un día cualquiera y sin previo aviso. Porque quizá no hayas reparado en que hay nueve mil novecientos noventa y nueve maneras de entrar que no has tenido en cuenta. Y lo peor es que esa persona entrará sin habérselo propuesto, no al menos de forma consciente. El amor sucede así, al fin y al cabo, sin proponerse suceder. Nuevamente inevitable.

Lo curioso es que todo el mundo se empeña en culpar al amor de sus desgracias, del sufrimiento que ocasionan las relaciones poco sanas. Pero el amor no es nada más y nada menos que un sentimiento, y un sentimiento bueno, que en ningún caso tiene que ser negativo. El amor no tiene la culpa de que se use su nombre en vano. Una cosa es que tú pongas medios para dejar una relación o mantenerla, pero entonces estamos hablando de acciones, de huidas, de hechos, de miedos. Que una persona termine o acabe una relación por miedo, no tiene por qué significar que deje de amar a la otra persona. Porque cuando alguien termina una relación con el objetivo de proteger a la otra persona, ahí está amando. Porque la empatía es una forma, una manifestación, de amor. Significa que has dejado una relación amando o porque amabas. Es querer saltar de un tren en marcha cuando piensas en que va a colisionar al final del trayecto, aunque en realidad no tienes la certeza de que eso vaya a suceder. Que se tenga miedo a amar no significa que no se ame. Porque el amor, el de verdad, no duele. Y si duele, no es amor. Lo que sí que puede llegar a doler son los problemas que ocurren en una relación de pareja. Con lo que se podría decir que se tiene miedo a las relaciones, o al compromiso, pero no al amor.

Sin embargo, errar está bien en ciertas ocasiones, por lo menos si lo miramos desde el prisma del aprendizaje. Igual que puede llegar a ser educativo y positivo errar en el amor. Aunque como siempre hay excepciones por el hecho de que todo es relativo. Y digo más, nuestros errores nos hacen ser como somos. Y claro que vamos a errar noventa y nueve veces y más. Porque por suerte, o por desgracia, es así como aprendemos la mayoría de las veces. Aunque haya errores más malos que otros. Porque hay que tener en cuenta que sin los errores, no existirían los aciertos. Y amar, o elegir amar, no es equivocarse. Es apostar por algo que merece la pena, aún sabiendo que puedes perder. Y una manera de perder es eligiendo por el otro. Cortando por la relación con la excusa de que es por el bien del otro. Y quizá el fallo aquí sea haberlo privado de su derecho a tomar sus propias decisiones, y haber dejado en tus manos bajo tu única responsabilidad tu felicidad y la del otro, y por tanto, vuestra desdicha. Y tras eso, como te imaginarás, viene la culpa que te invade al pensar en lo que pudo haber sido y ya nunca será. Esto es como cuando alguien va al programa de "Ahora caigo" y se planta en la mitad por el miedo de perder todo el dinero y no apostarlo para ganar más. Sin jugar ni arriesgarse por el todo o nada. Y con el tiempo, cuando recuerde, por mucho que piense qué hubiera pasado si, ya nunca lo sabrá. Y lo que no tuvo en cuenta ese concursante, es que empezó sin nada y podría haberse ido con lo mismo que ya tenía. Por eso a veces hay que arriesgar contando con la posibilidad de perder. Aunque siempre midiendo las consecuencias. Porque de eso se trata la vida.

Lo triste es que no hemos aprendido a resolver los problemas con pensamiento lateral. Que esta es otra de las muchas cosas que deberían enseñarnos en el colegio y no lo hacen. Por lo que siempre nos limitamos a pensar en la salida "A" y la salida "B" sin tener en cuenta que el alfabeto tiene veinticinco letras. Y por tanto veinticinco posibles soluciones para el mismo problema. Sin embargo, siempre elegimos el camino fácil, ese que no cueste mucho esfuerzo pensar, ese en el que creemos que existen dos posibles respuestas: el sí y el no. Cuando lo que hay que hacer es buscar soluciones creativas.

De todas formas, yo le preguntaría a toda esa gente que ha amado y dice arrepentirse de haberlo hecho, a toda esa gente que dice no creer en el amor, a toda esa gente que tiene fobia al amor, a toda esa gente que ya no tiene ganas de enamorarse, a toda esa gente que ha desarrollado miedo, alergia, al amor, le diría:

¿Te arrepientes de haber conocido a esa persona de la que te enamoraste? ¿Te arrepientes de haberla amado? ¿Hoy serías quien eres de no haberlo hecho? ¿Te arrepientes de haber sufrido por amor a pesar de que te reporte la experiencia suficiente como para aprender de ello? Si aún amas a esa persona, ¿crees que has agotado todas las existencias de posibilidades para volverlo a intentar? ¿O por el contrario te has resignado a pensar que nunca más será para ti? ¿La recordarás el resto de tu vida pensando en lo que pudo haber sido u no fue? ¿Te lamentarás si un día te das la vuelta en tu lado de la cama y te encuentras con la persona con la que no querías estar pero te conformaste porque no te hacía salir de tu zona de confort? ¿Podrás vivir con esa persona sabiendo que quizá hayas dejado escapar al hombre o la mujer de tu vida? ¿O merece el esfuerzo haberlo intentado todo antes de darlo por perdido? Porque está claro que cabe la posibilidad de que te esfuerces todo lo posible y al final no salga o no se dé. Pero al menos sabrás que lo has intentado todo y tendrás la conciencia tranquila.

La vida está para asumir riesgos. Deberíamos de intentar dejar de comportarnos como animales y comportarnos más como personas, que es lo que somos al fin y al cabo. No devaluemos los gestos de amor. no devaluemos las relaciones sexuales. No convirtamos el sexo en algo burdo y sin sentido, sino como un acto más de amor, como algo que nos conecta a los unos con los otros. Como cuando los avatares conectan sus colas. No devaluemos los besos. Y hagamos que se conviertan en ganas, en deseo, en un: "no me he podido aguantar más": No devaluemos las caricias. Y convirtámoslas en un: "necesitaba tocarte, y lo haría hasta el fin de mis días". No entreguemos cosas valiosas a cambio de nada que no merezca la pena. El amor se paga con más amor, y las muestras de afecto deberían ser siempre muestras de amor. No les pongamos otro nombre, no uno que no les haga justicia, no uno que no se merezcan, no uno que no valga, que no represente lo que valen este tipo de cosas.

Sólo os digo que como sigamos por este camino y sigamos culpando al amor de todo lo que somos responsables nosotros, y sólo nosotros, en vez de culparlo por todas nuestras alegrías, vamos a acabar poblando el mundo de gente vacía y carente de amor. ¡Y qué mundo más triste sería! Yo desde luego, no quiero formar parte de ese mundo, ¿y tú?

sábado, 14 de agosto de 2021

Querido u odiado amor

 QUERIDO U ODIADO AMOR








Buenas noches queridos bloggeros y twitteros. Hoy os voy a hablar sobre cómo vemos la vida cuando estamos enamorados y cómo la vemos cuando hemos perdido el amor. Siento las modificaciones que ha habido en mi blog, han sido problemas técnicos, pero ya se han solucionado por suerte. Espero que me sigáis leyendo como siempre, os deseo lo mejor.

A veces pasa que empezamos a sentir cosas muy fuertes por alguien. Hasta tal punto de que nos entra el amor por todos los sentidos: olemos a amor, o a las cosas que nos huelen como el amor lo haría; sabemos a amor, o tenemos el sabor del amor en el cielo del paladar; oímos a amor, o percibimos cómo suena el amor en nuestros oídos; tocamos amor, o sentimos amor cuando nos tocamos.

Y entonces, salimos un día al mundo y ya nada es igual. Porque no se perciben los mismos colores, y vamos percibiendo tonalidades que nos resultan amorosas. Porque el rojo intenso de las rosas nos resulta jodidamente romántico. Porque el amarillo intenso del sol se parece a la felicidad. Porque el blanco de las nubes dibuja corazones en la inmensidad del cielo y nos produce una paz absoluta, una armonía y una pureza indescriptibles. Porque el azul del cielo hoy te reserva cosas buenas. Porque el verde intenso de la hierba nos recuerda a la esperanza. Y sin darnos cuenta, nuestra mano ya está cogiendo una margarita y quitándole cada pétalo cambiando los "no me quiere" por los "sí me quiere" borrando los primeros de la ecuación. Porque el rosa de tu sombra de ojos, la que llevas hoy, te dice: "Sí, estás enamorada, ¿y qué? Que todos lo vean hoy." Que el gris ha dejado de ser el color triste y marginado que siempre está solo en clase, para convertirse en el gris de su jersey favorito. Y el marrón, ya no es ese color feo que a nadie le gusta y pasa a ser incluso tu favorito. Porque cada vez que lo miras a los ojos lo ves, y te encanta. Y el naranja te sabe a atardeceres eternos y efímeros con tu cabeza apoyada en su hombro. Y entonces sabes que nunca olvidará el morado porque se acuerda de que es tu color favorito. Y no duda de que siempre brillarás con tus tonalidades de plateado y dorado cuando te mira. Porque siempre te pilla brillando. Y el negro ahora te aparece precioso porque te recuerda a todas las noches que dormiste junto a él, porque te recuerda a cuando el cuarto estaba a oscuras, dentro de un negro bonito. Dentro de un negro, que en vez de darte miedo, te da seguridad.

Y ya no ves la vida igual. Porque él lo ha puesto todo patas arriba. Y aunque él se encuentra en su orden, tú te encuentras desordenándole la vida. Pero eso ya nunca será algo negativo, porque él ha aprendido a amarte así, desordenada, caótica, y para él, perfecta. Aunque estés a años luz de serlo.

Como tú, cuando empiezas a sonreír como una boba cada vez que te dice algo bonito. Aunque eso es lo que defines tú como algo bonito: cualquier cosa que te diga y que salga directa del corazón. Pero eh, no te confundas. Él no es un chico como otro cualquiera que te dice lo que quieres oír para quedar bien. Y tampoco utiliza tácticas para ligar contigo como hubiese hecho otro. Simplemente se limita a ser, y a sentir, como es.

Y otro día te encuentras así, viviendo, y de repente notas algo extraño en la nariz. Y te das cuenta de que también se puede sentir placer oliendo. Porque ahora la vida te está recompensando, trayéndote a tu nariz, tus olores favoritos. Quizá por el karma. Quizá por casualidad. Quizá porque te lo has ganado. Quizá porque te estés enamorando. Y un día cualquiera llegas, y huele a rosas, pero esta vez no estornudas. Entonces sigues tu camino y percibes un ligero aroma a coco, a canela. A pan recién hecho. Y después hueles las risas, que con su perfume inundan la habitación. Y huele a recuerdos, y a tantas cosas... Y de repente su olor se cuela en tu nariz sin previo aviso, y crees que jamás lo podrás olvidar. O dejar de oler. Miras hacia un lado y cuando te quieres dar cuenta has pegado la nariz a esa sudadera que se dejó olvidada, ahí doblada, perfecta, en esa silla de tu habitación. Porque él es así de cuidadoso con sus cosas. Y aunque no seas su posesión, también hay que hablar de cómo te cuida, y te dobla, porque su amor siempre te parte en dos. Y una idílica mañana te despierta el olor a café recién hecho y empiezas a darte cuenta de que estás en su casa y de que todo es perfecto aunque te hayas desorientado por un momento. Aunque creyeras que es todo un sueño del que no quieras despertarte jamás. Y sabes, que en algún momento acabará por llevarte el desayuno a la cama, porque él es así de romántico, de los chicos que ya no quedan. Y llega un día en el que ya no te sabe nada igual, porque los olores son recuerdos de a qué sabe la felicidad y de a qué huele el amor cuando aspiras el olor que ha dejado en su lado de la cama.

Y ahí es cuando los sabores se cuelan en tu paladar. Y tu sabor favorito de helado, ya no es el de avellana, es el sabor de sus labios, cuando te besa. Su sabor se convierte en tu nueva comida favorita todos los días de tu vida, pero sin cansarte en absoluto. Es como ser juez en el programa Máster Chef. No para juzgar el sabor o la elaboración, sino para prestarle atención a cada matiz que se aprecia en su sabor tan único y especial, imposible de imitar. Saborearlo como si no existiese nada más ni mejor en este mundo. Y entonces el amor empieza a saberte a fresas con nata a las tres de la madrugada. Y a champán con fresas cuando recuerdas vuestro primer beso. Porque él es ese chocolate que disfrutas hasta el final y con el que nunca te sacias, porque siempre quieres más. Porque sabes, que cuando algo está prohibido, tienta más. Y que cuando caes en la tentación, no hay vuelta a atrás. Aunque no nos engañemos, tampoco quisieras retroceder. Miento, sí quieres, pero sólo para poder volverlo a vivir todo desde el principio, y sin saltarte ninguna coma. Para vivirlo más intensamente, con menos miedo. Hasta que la vida se acabe, o dejes de llamarle vida.

Y una tarde, agudizas el oído. Y te das cuenta sin querer de que ya amabas su risa mucho antes de darte cuenta. Y de cómo suena su voz grave cuando te dice que eres perfecta y que te quiere. Ese "te quiero" que sigue resonando en tus oídos aún cuando cuando se ha ido, no para siempre, sino que tenía que hacer algo importante. Ese que nunca te cansas de oír en sus labios porque es una melodía demasiado perfecta como para no estar escuchándola de forma repetitiva, eternamente. Porque cuando te sostiene en sus brazos, empiezas a oír la melodía del mar a través de una caracola perfecta que recogisteis en la playa un día, cuando os fuisteis por primera vez juntos de vacaciones. Y entonces entiendes cómo es el sonido de la paz, porque estás con él, y nada más importa. Y después, un día de manta y Netflix, lo miras y sabes que no te lo mereces. Porque él es demasiado bueno para ser real. Pero te das cuenta cuando sabes con certeza que lleva dos horas y media viendo contigo una peli romántica, para tener una excusa para ponerse tonto. Porque él hablaba en serio cuando tú le preguntaste que qué imaginaba y te dijo que una vida juntos.

Y de repente empiezas a caer en la cuenta de que todo tacto se siente como terciopelo. Porque todos encontramos placer en el tacto. Y el amor es que yo te diga que tengo alergia a los perros, y tú me compres una manta suavecita sintética, que yo pueda tocar siempre, para taparnos con ella. El amor es que toque su cara y me recuerde al tacto que tiene un pétalo de rosa. Que su mano roce la mía en un movimiento involuntario y sienta la electricidad de la felicidad a su lado, cada día. Y que al pasar por el escaparate de esa tienda, trate de alcanzar nuestro reflejo para tocarlo, porque parece mentira que quedemos tan bien juntos. A pesar de que tú no seas de este mundo. Y tocar tus labios con la punta de los dedos como si fueran una de las siete maravillas más maravillosas del mundo. Como rozar el cielo con las manos.

De un momento a otro, te das cuenta de que aunque las cosas tengan una carga positiva y una negativa, todo es cuestión de cómo se perciba. Porque si estás furioso con el mundo, si sientes: ira, celos, rencor, envidia... O te acecha el desamor, todo cambia y se vuelve más oscuro y frío. Porque un día bajas a la calle y la pareja que viste ayer besándose en la misma esquina, hoy te sabe amarga. Todo lo contrario que ayer, que sonreíste y dijiste: "¡Viva el amor!" Y hoy, que ya no estás con tu chico, piensas: "¡Qué envidia!" o "¡Qué empalagosos!" o "¡Iros a un puto hotel!" Y cuando ayer veías esa película romántica con tu novio, estabas feliz, porque rezumabas amor por los poros y tenías con quien celebrarlo. Y al día siguiente piensas que el mundo se ha confabulado contra ti, porque hoy justo es el día de San Valentín, y estás jodida, y soltera.

Y entonces aquel programa que te hacía reír ya no te hace gracia porque la risa se ha ido por el desagüe, y entonces la vida deja de tener color. Al principio sólo ves un gris soledad. Un azul tristeza mezclado con melancolía. Un rojo rabia. Un amarillo envidia. Un verde moho. Un morado puñetazo. Un negro abismo. Un rosa que se plasma en un tequila de fresa (sí, el que te estás bebiendo para olvidar tus penas y que estás sola). Un naranja del zumo que te ha salpicado esta mañana en el ojo al despertar. Un blanco vacío en el que no hay absolutamente nada. Un marrón mierda, de las veces que te has cagado en tu ex. Y el dorado y plateado que ves en esa discoteca en la que estás dándolo todo porque ya no te queda nada que perder. Y te quieres poner hasta el culo y que a nadie se le ocurra hablar de amor en un año, un siglo, o una vida.

Luego, llegan los malos olores. El olor a vómito después de una fiesta en la que te pasaste bebiendo. El olor putrefacto de cuando se pasa la comida. El olor a esa coliflor y a ese brócoli que siempre detestaste. El olor a ausencia, a melancolía, a pérdida. El olor que se ha ido de la sudadera que te prestó un día porque tenías frío y que sabes que nunca le devolverás porque te duele demasiado. Y te das cuenta de que esos malos olores sólo los percibes tú. Porque el resto del universo sigue su vida con sus cosas de la vida cotidiana. Y te das cuenta de que no se ha parado el mundo, sólo tú. Ellos siguen riendo con los mismos chistes, viendo los mismos programas, contando las mismas anécdotas... Ellos siguen llorando cuando sienten empatía por un personaje de una película, o cuando ponen una banda sonora melancólica en la tele. Pero a ellos no les llora el alma como a ti, porque a ellos no les ha pasado un tren por encima, sólo a ti. Y ya nada te huele bien, y menos a amor. Ahora todo te huele a desamor, a tristeza, a dolor, a llanto. Y el resto del mundo sigue oliendo a pan recién horneado y desayuno en la cama. Y tú lo detestas y los detestas a ellos, porque te jode como nunca que el mundo no empatice con tu tristeza y que te sonría a la cara burlándose de que tú HOY no seas capaz de pintar una sonrisa..

Y de repente se hace de día, y te despiertas y notas un regusto amargo en el paladar. Porque eso es lo que queda cuando ya no queda nada. Cuando sabes que ese es el sabor del vacío. Cuando notas el sabor del dolor en tu boca. Cuando notas el regusto a hierro de la sangre, cuando te hiciste esa herida en el labio por volver a pensar en él, y en su boca. Y como ya no tienes su sabor en tus labios, y se te ha olvidado a qué sabían, ahí sabes que estás jodida. Porque estás pillada hasta las trancas, pero ya no lo tienes. Y parece que se ha acabado el helado de avellana de todas las existencias del planeta Tierra. Y te das cuenta de que tu comida favorita ya no te produce esa felicidad momentánea que sentías antes. Porque todo te sabe soso, ya no hay azúcar ni sal que aderece este plato de mierda incomible que tienes delante. Porque te falta tu condimento favorito, él.

Llega la noche, y te vas a dormir. y empiezas a soñar. Y en tu sueño corréis los dos por un campo verde y precioso y vuelves a oír su risa de nuevo, y te embarga ese alivio de repente, como si llevaras mucho tiempo conteniendo la respiración. Y por fin respiras. Aunque no es en sí su risa, sino el eco de su risa. Y entonces, se oye al Boggart saliendo del armario y convirtiéndose en un payaso gigante que se ríe con su voz, ahora más turbia, y te cagas de miedo. Ahí es cuando te despiertas. Porque ese sueño idílico era, en realidad, una pesadilla. Y donde antes oías risas, oías musas, ahora sólo oyes gritos ensordecedores que se cuelan en tu vida para arrasarlo y quemarlo todo. Y lo peor es que son tus propios gritos. Porque has desaprendido a prestar atención a lo bonito, a esa melodía que escuchabas en tu cabeza cuando estabas con él. Casi sin querer. Ya no sabes diferenciar la melodía de la voz, y separar las cosas. Ahora sólo escuchas música triste, porque sientes que es ella quien te arropa ahora, sustituyéndole a el. Ya no hay más, sólo vacío, y un pozo muy negro que llevas horas, quizá días, cavando para ti misma. Y después percibes por el oído consejos y cosas a las que no les prestas atención porque sólo sabes escucharlo a él, y ya no escuchas nada más. Y te jode cuando esa amiga va contigo en el coche y pone esa canción que tanto os motivaba y que ahora sólo la motiva a ella. Y sientes tristeza, porque ahora esa canción te duele, porque has desaprendido a disfrutarla. Y mejor no hablemos de vuestra canción.

Y kamikace, tocas a ese perro sabiendo que te da alergia en un intento de sentir algo. Como cuando Bella hacía locuras kamikaces sólo por ver el espejismo de Edward. Y todo bajo la palma de tu mano se vuelve áspero como una lija. Ya nada es agradable al tacto, porque ya no puedes rozar su sonrisa con tus labios. Ya no puedes acariciar su rostro. Ya no puedes pasar la mano por su pecho, o apoyar la cabeza sobre él. Y todo lo que tocas se convierte en ceniza de lo que un día fue. Y ya ni siquiera quieres tocar cosas agradables al tacto que no tengan que ver con tocarlo a él.

Pero lo que te jode es que la vida te haya dejado claro que va a seguir contigo o sin ti. Así que elige vivir con amor o sin él. Alégrate por los demás. Y no olvides que siempre, pero siempre, es cuestión de perspectiva.