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Este es un blog de sentimientos, reflexiones, amor y de vidas pasadas sobre todo, ya que todo lo que escribimos en un momento determinado, se volverá pasado al fin y al cabo. Lo que las musas me susurran con su voz.

jueves, 20 de junio de 2013

El orgullo

El orgullo.

Hay veces que sientes que alguien es importante en tu vida, que sientes que aunque no puedas estar con esa persona como a ti te gustaría, la necesitas. Yo hoy no le necesito como el amor que siempre fue, sino como el amigo que siempre será y es.

No merece la pena decirle adiós a una persona por orgullo, cuando tú mejor que nadie sabes que no quieres que se vaya, sabes que en ese momento rezas para que se dé la vuelta y te diga que no te va a dejar sola, que va a seguir siendo alguien importante en tu vida de una manera u otra, que va a estar en los momentos buenos y malos, como siempre estuvo, aunque no diga nada, y se limite a contenerte, sin palabras, sin expresiones, con silencio, sabiendo que es el mayor escudo contra las amenazas que existe.

Esa persona que siempre fue importante para mí, y que por orgullo lo dejé marchar, ha hecho que hoy me arrepienta de ello, porque realmente, aunque en algunos momentos lo pensara, siempre quise que fuera feliz, que disfrutara de la vida, y que fuésemos amigos.

Pero cuando alguien guarda para sí algo que decir y decide seguir con una relación ya sea de amistad u otra cosa, sabe que las cosas no van a salir bien, aunque por orgullo, no va a decir nada, ya que cada uno pensamos que tenemos la razón, y es el otro el que debe rendirse, porque somos egoístas.

Yo, aunque sea pesada, siempre digo que hay que decir las cosas tal cual son y en el momento, ya que, en algún momento u otro saldrán a relucir, porque es algo que está ansioso por salir, pero que lo guardamos por miedo y a la vez, por orgullo.

El orgullo nos hace ser egoístas, nos hace perder gente que nos importaba, nos hace sentirnos una basura con nosotros mismos, nos hace perder en vez de ganar.

Algunas veces hay que saber perder con dignidad, hay que dejar el escudo protector que llevamos puesto y tirarlo al suelo, rendirnos, asumir la derrota, y decirle a la otra persona que tenía razón. Que aunque no lo pensemos, solamente lo hagamos para que no nos deje solos, porque la soledad es oscura y fría. Para nosotros, esa persona fue nuestro gladiador que ganaba las batallas de Roma, el que nos protegía de los enemigos, y tenía un plan de fuga por si solamente querías huir, el que estaba allí, aún no diciendo nada, diciéndolo todo.

Por eso, hoy pido perdón, por aquellas cosas que hice mal, y que hicieron como factor desencadenante que hoy ya no seamos amigos.

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